Hay veces que estamos tan acostumbrados a mirar nuestro lugar de residencia con los mismos ojos, tan acostumbrados a caminar por sus calles, por sus plazas y a pasear por o junto a sus monumentos que no reparamos en la belleza y en la historia que atesoran. Si tenemos suerte, sucede que aparecen personas que siendo de fuera, nos hacen mirar de nuevo a nuestro pueblo o nuestra ciudad consiguiendo que descubramos lo que siempre ha estado delante de nosotros y no supimos apreciar.
Fue el 11 de abril pasado cuando un grupo de alumnos del I.E.S Ipagro, salieron a realizar una visita por Aguilar de la Frontera de la mano de sus dos profesoras, Reyes y Marina, para conocer un poco mejor su entorno y poder disfrutar de Aguilar de la Frontera bajo los rayos de sol y los olores de la primavera. Estos alumnos/as se dividieron en grupos y buscaron información acerca del patrimonio monumental de Aguilar, para llegados a los puntos que tenían asignados, mostrar a los demás los datos que habían descubierto acerca del patrimonio de su pueblo.
El paseo o la visita, como se quiera titular, comenzó en el conocido como Llano de la Cruz, allí tuvieron la suerte de encontrar abierta la Iglesia de la Veracruz y pasar a su interior para conocerla un poco mejor. En esta iglesia tras la información aportada por los alumnos, pudieron conocer el por qué de su emplazamiento, el por qué de su nombre y algunas curiosidades como la capilla de la Rosa. Allí, aprendieron como esta se creó en primer lugar como ermita a las afueras del pueblo hasta que fue siendo englobada dentro de la localidad debido a la expansión de la misma y pasó a ser iglesia. Admiraron la rica decoración de yesería realizada en la capilla de la Rosa a la par que escuchaban, anécdotas como de donde procede la expresión “esto va a acabar como el rosario de la aurora”.
Tras salir del templo, siguieron camino hasta llegar a la Plaza de San José, en la que una vez expuesta la fecha de conclusión de la misma (1813) pudieron aprender el estilo arquitectónico en el que se realizó, el por qué del emplazamiento de la misma en ese lugar o curiosidades como los dos escudos nobiliarios que jalonan la fachada del actual ayuntamiento de la ciudad y que fueron llevados hasta allí desde el antiguo castillo, perteneciendo uno a la Casa de Aguilar de los Fernández de Córdoba y el otro a la Marquesa de Priego de Córdoba, Catalina Pacheco. Cerca del cabildo descubrieron la única casa que guarda la portada original que tuvieron todas las de la plaza y en el dintel de la misma apreciaron lo que se conoce como un símbolo masónico.
Un poco más adelante hicieron otro alto en el camino para visitar la torre del reloj. Los chicos y las chicas que hicieron el paseo se dieron cuenta que han pasado cientos o miles de veces sin preguntarse siquiera el por qué de esta. Allí, tras situar el año en el que se construyó (1774) apuntaron cuáles eran sus funciones principales, como la de proporcionar la hora a la ciudad o ser un campanario de aviso para posibles catástrofes, también acertaron a explicar cómo el reloj está situado en una parte concretar de la edificación no por casualidad ni por capricho del constructor de la misma sino por una función práctica. Una vez vista, continuaron el recorrido hasta llegar a la Iglesia de las Descalzas, una de las más bellas de la localidad, de estilo barroco. En el conocido como “Llanito de las Descalzas” prestaron atención a las casas señoriales que se edificaron en la Calle Moralejo, destacando la que se conocía antaño como Casa de la Balconada por la longitud de su único balcón corrido. Un poco más adelante, hicieron parada en el Llano de las Coronadas, en el que descubrieron aspectos como que antaño fuese el solar de un convento, de ahí el nombre de Coronadas, o el por qué el lugar recibe dos nombres, Paseo de Agustín Aranda y Llano de las Coronadas.
Continuaron sus pasos para llegar hasta la Parroquia del Soterraño, aunque antes se detuvieron junto a la conocida Casa de las Cadenas en la que aparte de poder observar el escudo nobiliario que sobresale en la fachada conocido como el Escudo de la Flauta y saber que es el mismo escudo que se encuentra en la lápida negra que hay en la Parroquia del Soterraño, pudieron aprender como las siempre vistas cadenas, significaban que el rey Felipe IV, otorgó privilegios a quién vivía allí. Estos privilegios consistieron en dejar acoger a cualquiera que pidiera asilo en aquella casa no teniendo dentro de aquellos muros autoridad alguna la ley.
Una vez en el interior de la Parroquia del Soterraño y al frescor de la misma, acompañados por las imágenes que iban a salir en Semana Santa, comenzaron a apreciar detalles en los que nunca antes habían reparado, tales como la fecha oculta en el artesonado del techo. Tuvieron la gran suerte de contar con la inesperada llegada del Padre José Antonio quién no dudó un momento en acercar a los alumnos toda la belleza del templo y darles a conocer los tesoros que guardan sus paredes. Así, fue el primero que les dio a conocer las reliquias de San Gervasio conservadas en una de las capillas junto al altar mayor, enseñarles el museo de la planta superior, destacando entre las reliquias la muela de San Pedro o el Viático en forma de Pelícano y también dándoles a conocer el primer legajo que se custodia en la Parroquia siendo del s. XVI.
Sorprendidos por el patrimonio que no conocían abandonaron la iglesia y bajaron hasta el cercano Archivo Municipal en el que gracias al archivero local de Aguilar, Diego Igeño Luque, fueron partícipes del Acta Capitular más antigua que se conserva (1504), de expedientes de nobleza pero sobre todo fueron participes utilizando para ellos sentidos como el olor, la vista y el tacto de la belleza que se esconde en un manuscrito de más de 500 años.
Tras más de dos horas de escuchar al guía que llevaron con ellos, se marcharon pensando que lo que habían visto solo era una pequeña parte de la belleza que contiene su localidad, pidiendo ver y aprender más cosas sobre su pueblo y es que no hay nada mejor que en un día de primavera se mire con distintos ojos aquello que por estar siempre ahí nunca se ha tenido en cuenta.
Francisco Gabriel Zurera